j. de jorge@judith / madrid
Tomado de abc.es
El insecto guarda en su abdomen su
«última cena», la sangre de una criatura desconocida. Es la primera vez
que se encuentra un fósil de estas características
Dale Greenwalt
El mosquito conserva en su estómago sangre de una criatura desconocida de hace 46 millones de años
Desde la aparición en los cines de
«Parque Jurásico», muchos han fantaseado con las posibilidades de clonar
diferentes especies de dinosaurios a partir de la sangre encontrada en
antiguos mosquitos atrapados en ámbar. Algunos científicos afirmaron
haber encontrado insectos fosilizados con su última cena en su abdomen,
pero estos descubrimientos resultaron ser erróneos o estar contaminados.
Hasta ahora, porque un grupo de investigadores del Museo Smithsonian de
Historia Natural (Washington), ha encontrado por fin un mosquito
repleto de sangre preservada en una roca de pizarra de 46 millones de
años en el noroeste de Montana.
En realidad, el hallazgo, descrito en la
revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias, fue hecho hace
tres décadas por un cazador de fósiles aficionado, un graduado en
geología que guardó la pieza y prácticamente se olvidó de ella hasta que
hace poco fue reconocida por un bioquímico jubilado llamado Dale
Greenwalt, que recogía fósiles para el Smithsonian. La muestra se
encuentra atrapada en piedra, no ámbar, y, por desgracia para los que ya
soñaban con tener un T. rex como mascota, no es lo suficientemente
antigua como para contener los restos de un dinosaurio. Pero sí es la
primera vez que se ha encontrado un mosquito fosilizado con sangre en su
vientre.
«Cuando vi este espécimen en particular
inmediatamente me di cuenta, era obvio que era diferente», dice
Greenwalt. Sospechaba que el oscuro y opaco abdomen del mosquito,
atrapado en un trozo de pizarra, podía contener sangre de hace 46
millones de años. El personal de laboratorio del museo utilizó una serie
de técnicas para analizar la muestra de cerca, incluyendo
espectroscopía de rayos X. «Lo primero que nos encontramos es que el
abdomen se encuentra lleno de hierro, que es lo que se espera de la
sangre», dice Greenwalt. Además, el análisis usando un espectrómetro de
masas de iones secundarios reveló la presencia de hemo, el compuesto que
da a las células rojas de la sangre su color distintivo y les permite
transportar oxígeno por todo el cuerpo.
Víctima desconocida
Según los autores, estos resultados
sirven como evidencia definitiva de que la sangre se conservó en el
interior del insecto. Pero, ¿a quién pertenecía esa sangre? Por el
momento, los científicos no tienen forma de saber cuál era la criatura
cuya sangre llenó el abdomen del mosquito. Eso es porque el ADN se
degrada demasiado rápido para sobrevivir posiblemente 46 millones de
años atrapado en piedra (o en ámbar). Una reciente investigación indica
que tiene una vida media de aproximadamente 521 años, incluso bajo
condiciones ideales.
Esto significa que incluso si
milagrosamente hubiéramos adquirido algo de ADN de esa antigua criatura,
existen una gran cantidad de problemas técnicos que impiden una
clonación similar a la de «Jurassic Park». Montar un genoma completo a
partir de fragmentos de ADN es terriblemente complicado y para traerlo a
la vida sería necesario colocar ese ADN en un óvulo de una especie viva
estrechamente relacionada con la misteriosa criatura, pero desconocemos
cuál es.
Los científicos dicen que, aunque «no
habrá antiguos seres resucitados deambulando libres gracias a este nuevo
hallazgo, el descubrimento es científicamente significativo, ya que
ayuda a los científicos a comprender mejor la evolución de los insectos
que se alimentan de sangre». Anteriormente, lo más parecido a un
mosquito con el estómago repleto de sangre que los científicos habían
encontrado era uno con restos del parásito de la malaria dentro de su
abdomen. Esto proporcionaba una evidencia indirecta de que los mosquitos
se alimentaban de sangre hace 15 o 20 millones de años, pero este nuevo
descubrimiento representa la prueba directa más antigua del
«comportamiento chupasangre». También muestra por primera vez que
moléculas biológicas tales como el hemo pueden sobrevivir como parte del
registro fósil.
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